El mismo cielo
Después de más de un mes de lluvias por fin salió el sol y el
cielo volvió a mostrar su cara. Fabián aprovecho, tempranito destendió la cama
y lavó las sábanas. Había bajado la temperatura y él respiraba hondo en la
terraza el aire era fresco y limpio como hacía rato no pasaba.
Agarró una sábana y la extendió en la soga, celeste y plena,
parecida al cielo sonrió Fabián en su pensamiento y agarró después la otra y la
colgó bien estirada y en medio de ambas tendió la funda blanca y todo bailaba
libre al viento de la mano de una soga tensa mientras él daba unos pasos atrás
con los ojos cerrados.
Abrió los ojos y la vio flameante frente a él, no había
vuelto a sentir esa brisa en su cara; el frío llegaba a los huesos, no le
importaba, un calor eterno de soberanía lo sostenía. Volvió a cerrar los ojos,
se estremeció entre gritos, estallidos y explosiones. Se volvió a estremecer
con el calambre de su estómago vacío. Corrió y siguió corriendo nunca supo
cuánto tiempo, hasta que se hizo de noche y todo fue calor y oscuridad.
No se animó a mirar a su alrededor, el cielo ardía. No se
animó a mirar, no habló hasta que le preguntaron algo. No entiendo dijo. Paso
un tiempo sin tiempo y al despertar había sabanas en su cama, comida en el
plato y vendas en la pierna herida. Se apretó el pecho mirando desconfiado
alrededor. Suspiró.
Ahora una brisa parecida acariciaba su rostro en la terraza.
Era junio otra vez, como el día que bajaron del tren en Retiro. Fabián mira sus
sabanas tendidas parecidas al cielo, suspira, todavía siente un calor de
soberanía en su pecho.